jueves, 18 de septiembre de 2008

Cuento en varias entregas. Parte V

Galván le decían a su papá, pero ya muerto, el hijo podía ocupar el lugar del padre. Creció en la capital, adoptando el frío semblante de todos sus habitantes. Aunque había tenido la oportunidad de salir del país, Galván decidió llevar una existencia autárquica. "¿Para qué ver el mundo de otras personas si este es el que le tocó en gracia?", afirmaba con autoridad siempre que podía. Galván padre le había enseñado a ser un varón, de pantalones bien puestos. Pero también le había cómo enajenarse del mundo y de las mujeres banales.
Ella le había enseñado a salir al mundo, a sonreir más de una vez al día y a depender del otro. Esa última parte lo perturbaba constantemente porque Galván, sinceramente, sólo se pertenecía a sí mismo y a nadie más. Pero algo en Ella le había cambiado la vida, entregando sus momentos juntos a una banalidad exquisita.
Durante noches y madrugadas daba vueltas en su estudio pensando si la amaba. ¿La amaba? No tenía forma de saber algo así. Con Ella alcanzaba grados de felicidad no extraordinarios. Además, la costumbre era parte del juego y ese era un elemento distractor.
Sin embargo, esa tarde lluviosa, obtendría la solución a su enigma. Se volteó para la ver el rostro de quien lo llamaba. Ella, fantástica, apararecía mientras el agua bajo sus pies corría carmesí.

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