"Paris", una palabra, una ciudad, un deseo... Miles de cosas nos evoca esa palabra y cualquiera -generalización arbitraria- quisiera vivir en ese lugar o simplemente venir y caminarla, conocerla. Las evocaciones sobre este tema, tendrán que ver con belleza, arquitectura, ensueño y romance.
Y es cierto, Paris es una ciudad en la que cualquiera puede atrapar el sentimiento amoroso. El amor, el "coup de foudre", es más fácil de atrapar si se está en un lugar como este. Porque el amor se da en medio del caos. La ciudad luz no está lejos de ser un total caos: trancones, pitos, habitantes siempre de afán, miradas frías en los metros, estaciones repletas a horas pico, choque de culturas, pocas sonrisas.
La ciudad se hace paradoja. Mas no para ojos empalagados en otros asuntos más emocionales. Sin embargo, la capital de Francia se desvela a los ojos de los pasantes ávidos de absorber lo que tiene que ofrecer.
No se trata del solitario que interpreta algún aire piafano en un acordeón en un túnel del metro, ni los pintores melancólicos y frustrados de Montmartre. La ciudad tiene mucho más que ofrecer en su diario existir. Por ejemplo, locos. La cálida tranquilidad del metro en otoño es interrumpida por un hombre que grita al aire palabras sobre el país. Ese hombre que lleva las marcas de la postguerra en su rostro y que es un pobre en país rico.
Al este, cruzando un semáforo, una mujer negra se voltea y grita a los pasantes que está cansada de lo que le ofrecen; de que la crean camerunesa cuando viene de las Antillas; de que le den un paraguas roto en un día como ese.
En cada estación de metro, los mendigos se apropian del espacio y piden centavos de euro en las escaleras. Otros, en cambio, prefieren tomar posesión de una puerta falsa en la mitad de la calle Vaugirard. En la misma calle donde Catherine Deneuve se sienta a tomar café,bajo la indiferencia de su público.
Otros prefieren simplemente colgarse al cuello un letrero que reza "Tengo hambre", lastre de un desplazamiento del sistema. Aunque también hay otro tipo de casos. Las parejas que no descienden del metro al final de la línea y que aprovechan del descuido para tener relaciones sexuales. Los hay también de otro calibre, aprovechando la era tecnológica. Aquellos hombres que se sientan en uno de los vagones de la línea cuatro, con un celular de última generación: más de 150 canales de televisión de programación muy variada.
Los parisinos cambiaron la lectura del periódico -que a propósito regalan a la entrada, pero la prensa está en crisis- por la pornografía disponible en sus celulares, en el pequeño trayecto de una estación a otra.
Paris, ciudad luz, llena de oscuridad. Aqui ya ni se pueden ver las estrellas, por la contaminación de la luz fluorecente. En la capital de la moda, donde hombres andan con carteras Louis Vuitton de 3000 euros, que cualquier mujer envidiaría, la gente no se cambia de ropa sino cada dos días.
Ahora, por eso es que Pepe le Pieu vive en Paris...
Y es cierto, Paris es una ciudad en la que cualquiera puede atrapar el sentimiento amoroso. El amor, el "coup de foudre", es más fácil de atrapar si se está en un lugar como este. Porque el amor se da en medio del caos. La ciudad luz no está lejos de ser un total caos: trancones, pitos, habitantes siempre de afán, miradas frías en los metros, estaciones repletas a horas pico, choque de culturas, pocas sonrisas.
La ciudad se hace paradoja. Mas no para ojos empalagados en otros asuntos más emocionales. Sin embargo, la capital de Francia se desvela a los ojos de los pasantes ávidos de absorber lo que tiene que ofrecer.
No se trata del solitario que interpreta algún aire piafano en un acordeón en un túnel del metro, ni los pintores melancólicos y frustrados de Montmartre. La ciudad tiene mucho más que ofrecer en su diario existir. Por ejemplo, locos. La cálida tranquilidad del metro en otoño es interrumpida por un hombre que grita al aire palabras sobre el país. Ese hombre que lleva las marcas de la postguerra en su rostro y que es un pobre en país rico.
Al este, cruzando un semáforo, una mujer negra se voltea y grita a los pasantes que está cansada de lo que le ofrecen; de que la crean camerunesa cuando viene de las Antillas; de que le den un paraguas roto en un día como ese.
En cada estación de metro, los mendigos se apropian del espacio y piden centavos de euro en las escaleras. Otros, en cambio, prefieren tomar posesión de una puerta falsa en la mitad de la calle Vaugirard. En la misma calle donde Catherine Deneuve se sienta a tomar café,bajo la indiferencia de su público.
Otros prefieren simplemente colgarse al cuello un letrero que reza "Tengo hambre", lastre de un desplazamiento del sistema. Aunque también hay otro tipo de casos. Las parejas que no descienden del metro al final de la línea y que aprovechan del descuido para tener relaciones sexuales. Los hay también de otro calibre, aprovechando la era tecnológica. Aquellos hombres que se sientan en uno de los vagones de la línea cuatro, con un celular de última generación: más de 150 canales de televisión de programación muy variada.
Los parisinos cambiaron la lectura del periódico -que a propósito regalan a la entrada, pero la prensa está en crisis- por la pornografía disponible en sus celulares, en el pequeño trayecto de una estación a otra.
Paris, ciudad luz, llena de oscuridad. Aqui ya ni se pueden ver las estrellas, por la contaminación de la luz fluorecente. En la capital de la moda, donde hombres andan con carteras Louis Vuitton de 3000 euros, que cualquier mujer envidiaría, la gente no se cambia de ropa sino cada dos días.
Ahora, por eso es que Pepe le Pieu vive en Paris...
Al parecer, no hay un lugar en el mundo en el que exista un tapete lo suficientemente grande como para que debajo de el quepan todas las miserias.
ResponderEliminarCuídate.