En esa sala empieza la magia. Mujeres hermosas y hombres de cuerpos trabajados se congregan allí para sucumbir ante el poder de Venus y Narciso.
Espejos enmarcados por bombillos, sillas negras que giran y rostros perfeccionando su reflejo. De la palidez de la mañana, cambian a la vivacidad de los colores que las paletas les ofrecen.
Estas figuras idealizadas por el público hablan y lo hacen con acento mexicano, cubano y venezolano. No hace mucho, las luminarias hablaban en un español muy colombiano. Pero los tiempos han cambiado. Los actores colombianos se convirtieron en los segundones de los foráneos.
A Colombia vienen a trabajar por dinero. Aquí les acolitan todos sus caprichos: camerino, conductor, auto último modelo, suscripción al gimnasio, apartamento, mercado, sirvienta, asistente y no trabajar más de ocho horas diarias.
Los colombianos nos piden eso: ellos sólo requiren de un sindicato que les permita tener valor humano para los productores y que su talento no sea subvalorado cuando una figurita malcriada llega de Mexico.
Muchas de estas cosas podrían pasarse si quienes vinieran fueran excelentes actores, corrección, si fueran actores. ¿En qué momento ser actor es lo mismo que ser modelo? De algo está seguro este Dupian: el paso de modelito a "actor" se ha vuelto regla, pero no todo actor pasa a ser modelo.
Por otra parte, es inquietante cómo estas figuritas visitantes tratan a los locales como perdedores, y de cómo se ganan todos sus dólares usando apuntador: además de todo ya no tienen que aprenderse sus parlamentos...


Sí, la televisión, cada vez menos colombiana, no crea estrellas propias, sino que se nutre de estrellitas que en pocos meses serán olvidadas por la novedad del momento.
Las revistas muestran rostros casi perfectos, de vidas casi perfectas, pero de actores en boga. A los actores de peso los han relegado, y no hablan de ellos en las revistas porque según afirmó una periodista de una revista de farándula :"ellos no dan de qué hablar".
Claro, porque el verdadero artista no anda de comidilla en las revistas que ofenden el medio con su superficialidad con el arte, con el trabajo y esmero de personas que han dedicado su vida entera a la televisión, al teatro y al cine.
Son trabajadores incansanbles, que además, "comen callados". Afuera todo es glamour; adentro envidia y falta de talento.
Si las señoras estrellitas no trabajan después de las 8pm el sabado, los colombianos sí. Y no por gusto sino porque les toca. Sí ellos son la carta de quitar y poner cuando al productor le venga en gana.
Pero si para los actores las condiciones son duras, ni qué decir de los técnicos. Los salarios más bajos de la indistria mundial: un mínimo por más de doce horas, sin derecho a alm uerzo cuando se graba en estudio, ni a transporte antes de las 10pm. A esto se suma que son ellos quienes deben montar y desmontar escenografía y luces para el día siguiente. Lo mismo va para las vestuaristas.
El panorama es triste. Ya nadie recuerda que la televisión es una cajita mágica. Y que a pesar de tanta tecnología, todavía conserva ese misticismo que nos encanta. Entrar a un estudio es quizás la experiencia más maravillosa que un ser humano pueda tener. Es increíble pero no actúa como el desencanto de quien aprende un truco de magia.
De alguna extraña manera volvemos a ser niños, es nuestro país de las maravillas, donde hombres y mujeres trabajan y crean algo que no ven sino mucho después. Las lágrimas recorren nuestros cachetes, mientras que nuestra mirada trata de verlo todo, de oirlo todo y de permanecer maravillados en silencio.
Porque la magia no la hacen las cara bonitas, sino el talento. Ver a esa mujer que durante el conteo se somete a una transformación de su ser, hasta el punto de ser otra, que llora y rie por causas distintas a su vida de carne y hueso o de realidad paralela. En el 3,2 ya es otra y es maravilloso. Esa es la gloria de la vida, y el alma que el arte le proporciona.
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