viernes, 15 de agosto de 2008

Cuento en varias entregas Parte I

Galván no quería salir de su habitación. Era pequeña pero de grandes ventanales. No era un encierro a pesar del olor a varsol con que lavaban los pisos de su edificio.
Hoy no se bañó, sintió que a pesar de que su cuerpo guardaba el calor de la cama, no resistía desnudarse y permitir que el agua cayera sobre la piel. Estaba irritable, pensativo y triste. Una combinación altamante perjudicial.
Se cerró la cremallera del buso hasta arriba del cuello. Permaneció distante, mientras observaba las montañas, envidiándoles su inmovilidad y verdor. Ya era más de mediodía. Una jornada más sin trabajar, echado a la desdicha de esperar la musa que nunca llegaría.
Por dentro, su corazón latía con fuerza pero su respiración tranquila frenaba los impulsos. Su espacio fue encogiéndose, el varsol quemaba sus pulmones y las ambulancias chillaban afuera, aunque no había trancones.
Empezaba a odiarlo todo. Su vida, su pasado como un perro de la calle que lo espera a la vuelta de la casa para saludarlo y su encierro voluntario. Días de infortunios seguidos, esperando una respuesta, un impulso. Sólo debía tomar la decisión y salir. No sería malo salir y respirar un aire más contaminado pero sutilmente puro;ignorar los pasantes a su lado y llevar la libreta de apuntes para escribirlo todo.
Galván se volteó, buscó con la mirada su gabán, se lo puso, tomó unos billetes arrugados de la mesita de luz. Abrió el cajón de la cocina y sacó la Smith Wesson, reluciente y fría.
La guardó en su bolsillo izquierdo, miró la foto de Ella y cerró la puerta con afán. Por fin una decisión.

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