viernes, 5 de septiembre de 2008

Cuento en varias entregas Parte III

Galván fue sorprendido por una copiosa lluvia. El cielo se había cerrado, como preludio del dolor futuro. Se abrigó y corrió hasta tomar un bus. Al subir, quedó atrapado entre la señora gorda y un abogado de agenda bajo el brazo. Olía a humanidad mojada, un olor en el que se mezclaba el pavimento húmedo con orines. Ahí, en ese instante, Galván recordó por qué nunca usaba el transporte público.
Bajó en la siguiente parada; diminutas gotas caían sobre su cabello negro canoso. La calle era empinada, Galván estaba agitado. De un momento a otro, escuchó una melodía que le traía recuerdos plenos de melancolía. Ese bolero que lo devolvía a su lúgubre infancia, le traía a memoria la única noche en que vio a sus padres bailar antes de aquel infortunio. Y era precisamente con esa misma versión que había sacado a bailar a Ella, el día que la invitó a comer.
Un gran plato de espaguettis literalmente bañados en salsa napolitana y anchoas, vino tinto y pan francés componían el manjar favorito de Ella. Galván, en cambio prefería comer cabello de angel con aceite de oliva, mucha sal y parmesano, vino blanco y grisinis. Los sabores eran distintos pero la esencia la misma.
Llegaron a ese restaurante por casualidad. Caminaban por las calles, tomados de la mano, acariciándose los ojos con sutiles besos. El tiempo no importaba y no tenían compromisos pendientes, motivos suficientes para olvidarse de la realidad. Pero Ella, se detuvo y dando un salto al otro lado de la acera puso las manos contra el vidio de un restaurante, mientras observaba a los comensales.
Fue entonces cuando Galván supo que Ella moría por las pastas y que si veía un plato de espaguettis el apetito se abría aún acabando de comer. A él le encantaba darle gusto, de eso se había percatado en ese momento. Esas actitudes infantiles lo embelesaban, porque podría reinvertarla una y otra vez.

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