Cayó en sus brazos, desvanecida y muy pálida. Pero sus ojos brillaban con intensidad. Galván sólo observaba, abrumado por este caos. Estaba empapado con las manos rosadas como un niño. Ella moría porque su sangre brotaba y de deslizaba por el suelo en un baile serpenteante. El moría porque a pesar de sí mismo Ella era un mal necesario para su vida.
En ese instante se dolió, porque recordó la pistola que llevaba en el bolsillo y, peor aún, hizo memoria de las intenciones que con ella tenía. Ahora, alguien le había ahorrado el trabajo mas no el dolor. Sus manos estaban entumecidas, sintiendo cómo la muerte robaba la vida. Ella lo seguía mirando sin pestañear. Todavía respiraba. Galván la acercó a su rostro, sintió su halo, los pequeños gemidos de dolor y vio los ojos llenos de lágrimas.
Levantó la mirada para pedir ayuda; acto inútil. Las calles estaban vacías de gente y llenas de agua. Fue entonces cuando volvió el dolor. Galván lloraba sin pronunciar palabra. Se quitó el abrigo e improvisó una almohada para la cabeza de Ella.
Sintió que alguien lo espiaba. Miró a todos los lados, pero no vio a nadie. Un pequeño grito de dolor le robó la atención. Ella dejaba de respirar y su corazón se contraía con cada latido. La tristeza embargó su cuerpo, recorriendo cada uno de sus huesos.
La sangre corría por el piso como un perfume roto. Galván siguió con la mirada ese manantial que en la esquina de la acera estaba obstaculizado por un par de zapatos negros. Galván, viendo los zapatos, buscó el rostro del desconocido. Llevaba una gabardina como la suya y sostenía en su mano una pistola como la suya. Tenía la impresión de conocer a ese desconocido. Las facciones le eran tan familiares...como aquellas que veía en el espejo del baño al afeitarse. Sí, le eran conocidas porque era él mismo. Galván obervaba a Galván.
En ese instante se dolió, porque recordó la pistola que llevaba en el bolsillo y, peor aún, hizo memoria de las intenciones que con ella tenía. Ahora, alguien le había ahorrado el trabajo mas no el dolor. Sus manos estaban entumecidas, sintiendo cómo la muerte robaba la vida. Ella lo seguía mirando sin pestañear. Todavía respiraba. Galván la acercó a su rostro, sintió su halo, los pequeños gemidos de dolor y vio los ojos llenos de lágrimas.
Levantó la mirada para pedir ayuda; acto inútil. Las calles estaban vacías de gente y llenas de agua. Fue entonces cuando volvió el dolor. Galván lloraba sin pronunciar palabra. Se quitó el abrigo e improvisó una almohada para la cabeza de Ella.
Sintió que alguien lo espiaba. Miró a todos los lados, pero no vio a nadie. Un pequeño grito de dolor le robó la atención. Ella dejaba de respirar y su corazón se contraía con cada latido. La tristeza embargó su cuerpo, recorriendo cada uno de sus huesos.
La sangre corría por el piso como un perfume roto. Galván siguió con la mirada ese manantial que en la esquina de la acera estaba obstaculizado por un par de zapatos negros. Galván, viendo los zapatos, buscó el rostro del desconocido. Llevaba una gabardina como la suya y sostenía en su mano una pistola como la suya. Tenía la impresión de conocer a ese desconocido. Las facciones le eran tan familiares...como aquellas que veía en el espejo del baño al afeitarse. Sí, le eran conocidas porque era él mismo. Galván obervaba a Galván.
FIN
Dupito: terminaste ya la historia? En mi corto conocimiento periodista y de cronista te digo que eres excelente, ya esta listo para publicar no crees?
ResponderEliminarTe amo y estoy orgullosa de ti estarè pendiente de tus escritos.
Besos tu mami.
chao dupis
muy bien!!!!!
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