lunes, 6 de septiembre de 2010

Señorita cajera

Se fueron alejando del restaurante bajo una tímida lluvia.
Llevaban un buen tiempo caminando, los tacones de la botas negras de ella resonaban sobre el pavimento.

Galván caminó con ligereza, como si el peso de todos estos días hubiera caído gramo a gramo a medida que caminaba, internándose en la ciudad oscura.
No había podido examinar bien el rostro de la señorita cajera, no recordaba ni siquiera de qué color era su cabello. Aunque claro, ella usaba una cachucha en forma de hamburguesa ridículamente grande. de tal modo los clientes no pierden de vista a qué vienen al restaurante.

¿Qué le diría?¿Cómo presentarse? "Mucho gusto". No, no, muy formal. ¿"¿Qué tal?". No, eso es como despectivo. Uhmm.

Mientras Galván pensaba en una manera de presentarse, la señorita cajera lo había llevado hasta la entrada de un garaje. Sacó una llave larga y dorada de su cartera mientras se desabotonaba el abrigo.
Se volteó hacia él y sin pensarlo lo tomó con fuerza y lo besó, aprisionándola contra la puerta. Un ruido los asustó, sobre todo a ella. Entraron como pudieron y se escondieron detrás de cosas arrumadas.
Allí, fue él quien tomó la iniciativa a pesar de que ella trataba de huirle temiendo que los escucharan. La besaba obnubilado por la señorita cajera, por las curvas de sus piernas y la piel reluciente justo bajo el cuello.

Luego le dio la vuelta y la aprisionó contra él en un abrazo profundo hasta casi romperle los huesos.

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