Irene nunca había sido feliz. Desde pequeña supo que nunca podría serlo porque nada la llenaba. Muy rara vez se sentía contenta con el resultado de algún esfuerzo. Los demás podían decirle que estaba bien, incluso gritarle vivas, pero para ella, no era suficiente.
Así la habían criado, con ese malestar interno que ahora en su adultez se había hecho más visible. Ahora con los años la insatisfacción había cambiado. Era un odio hacia los demás y la frustración de no poder tener la vida que había soñado. ¿Cuál vida? ¿Cómo la imaginaba?
Cuando Irene tenía 5 años supo que quería ser chef. Sin embargo, esperó hasta los 8 años para comunicarle su deseo a sus padres. Pasaba horas en la cocina, ayudándole a su mamá, que le permitía pelar las papas para la sopa. Al principio las pelaba mal, la mitad de la papa se iba con la cáscara. Su mamá se reía de su torpeza y le decía que continuara. "Un día de estos de tanto practicar, vas a poder pelar la papa de un solo tiro", le decía.
Sí, eso era lo que ella quería, poder pelar las papas como una profesional, como lo hacía su abuela. Pero Fermina, su abuela materna, la sacó de tantos ensueños. Un día que los papás no estaban, la abuela aprovechó y le dejó muy en claro que ni soñara con cocinar. "Tú no tienes sazón".
Irene se despertó de los recuerdos a los que el golpe la había devuelto. Cerró la puerta, tratando de detener la sangre que le brotaba de un labio. Sentía la boca caliente que se hinchaba. Se fue corriendo hasta el baño y se lavó la cara. El agua ensangrentada le produjo tanto asco que las náuseas no se hicieron esperar.
Se secó la cara, fue hasta la cocina y llenó un guante de baño con hielo. Galván no había osado pronunciar palabra. Había seguido el hilo: los golpes en la puerta, la voz de hombre llamando a Irene, otro golpe y luego un silencio. Y sólo hasta ahora, con ella de pie frente a él poniéndose frío sobre la boca, se preguntó qué carajos había pasado.
En medio de las divagaciones, Irene se acercó, se quitó la bata. Galván la besó y sintió unos labios helados que le refrescaban la boca.
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