domingo, 5 de junio de 2011

Al despertar

El pasado se había borrado. Irene no recordaba ni cómo ni por qué estaba en un hospital, compartiendo habitación con cuatro otras personas. Gerónimo, asmático; Esperanza, en comienzos de demencia senil y "novia" de un tal Jorge a quien llamaba en sueños; Rosarito, suicida.

Le dolía mucho la pierna, a veces sentía como mil agujas punzándole la carne por dentro. Otras veces, el yeso le producía una piquiña que la hacía retorcerse en la cama. Sin embargo, Irene pasaba la mayor parte del tiempo, inmóvil, casi como pasmada. No pronunciaba palabra y ni siquiera se esforzaba en comer. Una enfermera, viéndola en ese estado sea piadó de ella. A penas podía, venía a darle de comer. Irene se resistió las primeras veces pero luego cedió, seducida por las historias que le contaba.

Nadie había venido a visitarla. Tampoco a sus compañeros de habitación. Poco a poco fue acostmbrándose a su cama, a las noches de poco sueño, escuchando a Rosarito delirar sobre una ciudad bombardeada.
Una mañana el médico que la había atendido el dia de su accidente, vino a verla. Le hizo un chequeo rutinario y se sentó a penas sobre el borde de la cama. Tomo un respiración y le dijo que le habían operado la pierna para tratar de arreglar el fémur roto en dos partes.

Sin embargo, era posible que ya no caminara como antes y que, de recuerdo, le quedara un ligera cojera. Irene sonrió levemente, con ese gesto irónico que quiere decir que los males nunca llegan solos.
El doctor siguió hablándole de terapias que podían contrarestar este defecto, de cómo podría darle una dirección para consultar ortopedistas muy buenos y zapateros que le pusieran a sus zapatos una tapa de unos centimetros de más para desaparecer el imperfecto.

A Irene no le importaba. Acababa de recordar que el día de su accidente lo único que quería era hablar con Galván. Escuchar esa voz así fuera para insultarla pero por lo menos que no la dejara en ese purgatorio de almas enamoradas a la vana espera de una respuesta.

Por eso Irene tomo la decisión más clara de su vida: terminar con ella de una vez por todas.

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